Tal vez muy pocos saben que Jacqueline Lustig, la actriz que protagoniza La hora de la religión de Marco Bellocchio junto a Sergio Castellito es argentina y que desde hace algunos hace años decidió regresar para radicarse definitivamente en Argentina. En exclusiva hablamos con la actriz de uno de los films sorpresas de este 2010. “En Argentina es donde ahora quiero vivir y trabajar” dice la actriz a EscribiendoCine.
¿Cómo fue que te incorporaste al elenco de La hora de la religión?
Hice dos audiciones, aunque Marco (Bellocchio) ya me conocía por haberme visto en Alambrado, primer film de Marco Bechis, cuando se había estrenado en Italia. En ese momento Bellocchio me quiso ver para Il Sogno Della Farfalla. Hice el casting pero no se convenció que era justa para el personaje. Después me llamó para El príncipe de Homburg. Hice tres castings, y tampoco: la parte de la princesa la hizo una excelente actriz checa, rubia y de ojos azules que se llama Barbora Bobulova. Después me llamó para una participación en La nodriza, charlamos un rato en su estudio y sin audición, sin nada, solo la mirada de diez personas entre asistentes y productores, me dio la parte. Para La hora de la religión, hice dos castings con él, y la directora de casting. Bellocchio no deja nunca a sus actores, los quiere ver desde el principio, aunque se equivoquen, creo que como artista ve más allá del error. Ve. En el fondo para una actor también es importante saber si responde a su director, y eso se intuye en el casting y los encuentros. Es terrible llegar al set y no saber si comprendes el lenguaje de tu director, si podes servirle. En síntesis, creo que a Marco Bellocchio le gusto mucho como actriz, me hace casting seguido! Esto no lo había pensado así hasta ahora: menos que para Vincere y Bongiorno Notte, me casteó para todo desde que me conoció!
¿De qué manera trabajó Marco Bellocchio con los actores?
Ama a los actores. Habla de nosotros como '"sus actores". Toma de nosotros, se nutre. Una vez él dijo que encuentra en el actor la clave del personaje, que le basta darnos un detalle y eso dispara el resto del trabajo. Es un director que a pesar de ser un monstruo-maestro sagrado del cine, deja el espacio al actor para que haga su trabajo. A veces da indicaciones larguísimas, filosóficas, del por qué de una palabra o del cómo de una caminata. Una vez yo no comprendía lo que me decía y le pregunté muy directamente " voy de acá hasta allá lentamente?" “Sí, cara, sí" dijo y se rió; de mí, de él. De las vueltas en las que a veces nos perdemos cuando el ritmo de un caminar el cine ya lo decodifica de un modo determinado y no son necesarias tantas explicaciones. Sí, nos reímos mucho esa vez de mi ansia de simplificación, y de su extremo cuidado hacia el trabajo del actor, para que entienda que finalmente no está sólo caminando de una marca a otra a tres pasos por segundo.
Vos en particular, ¿Cómo trabajaste la composición del personaje?
Trabajé teniendo en cuenta al director con quién trabajaba. Marco Bellocchio viene de la pintura. Estuve estudiando cuadros de mujeres oscuras, ambiguas y misteriosas. Trabajé a partir de imágenes. El resto lo hizo el equipo de arte. A mi vanidad la mató, pero al personaje lo crearon también ellos. Nunca hubiera podido hacer el personaje de Irene, la mujer de Castellito, con mis jeans y mis rizos. Había que "Irinisarme", aburguesarme. Quitarme lo radiante y trabajar con esos restos que quedaban, que Bellocchio me dejó para que trabaje solo con eso. Muy carenciada…
¿Qué significó para tu carrera haber sido dirigida por Bellocchio?
Aprender mucho de cine. Las largas horas que tenía entre una escena y otra no estaba en mi motor home, estaba en el set. Calladita e invisible escuchaba y miraba todo. Significó también prestigio, claro, aunque esta es una cosa pasajera: ir al festival de Cannes invitada, hacer la famosa "Montée des Marches", etc.. Significó hacer subir mi cachet. Significó ser parte del "las actrices de Bellocchio". Significó sentirme apreciada por el maestro, me dio confianza en mí. Las actrices a veces somos las reinas de la inseguridad. Significó que grandes creadores, diseñadores de moda, me vistan para festivales y presentaciones. Significó muchas cosas en diferentes planos, más o menos banales en apariencia. Significó un trabajo más simplemente, quiero decir hasta ahora nada me cambió radicalmente la vida. Un día estás en Cannes con una guardia de cuerpo para los diamantes que te prestan y llevás como una diosa del amor de una fiesta a la otra, y al día siguiente descongelando la heladera de tu casa mientras pensás en el próximo film, o rezas para que haya un próximo film. Bellocchio me enseñó que nada es lo que parece ser.
¿Por qué después de haber trabajado en una película de esta naturaleza decidiste volver a la Argentina?
Volví a Argentina hace un año por motivos familiares. Mi vida profesional y personal es la misma, tengo una sola vida y todo depende de todo. Nada es tan personal como la actuación. El trabajo en sí dignifica al ser humano; actor, industrial, obrero. Tu pregunta me suena a qué haces acá si sos una actriz de Bellocchio. Acá hay talentos. Y en Argentina es donde ahora quiero vivir y trabajar.
La película es de 2002 y recién ahora se estrena en Argentina, pero supongo que vos debés haber realizado otros trabajos actorales durante todo este tiempo. Contános un poco sobre tu carrera.
Hice algunas películas que me permitieron conocer en profundidad la miseria y grandiosidad de este trabajo. Me equivoqué algunas veces y otras hice Bingo. Trabajé con GianMarco Tognazzi, un actor increíble, hijo del gran Hugo Tognazzi, en un film noruego que se llama S.O.S. Filmé un corto que me tuvo con un mes de clases de piano que al final sentía que tenía que agradecer yo más a la directora y a la producción por la experiencia que ellos a mí por hacer el corto, que se llama Wanted in Rome. Los más raro y más útil que hice fue producir un largometraje documental italiano, Sudenly Last Winter. Cuando los directores, Gustav Hofer y Luca Ragazzi me lo mostraron en el proceso de montaje, lo ví. Invertí mis pocos ahorros, le pedí prestado a mi ex novio, pero sabía que esa película era una mina de oro, tanto comercial, como artística y políticamente. Sí, todo junto equilibrado. Que ese vacío legislativo en cuanto a la ley de matrimonio homosexual que hay en Italia es un vacío en la gente. Y que esta película les daba una voz a esos seres. Que no era una película más, que era necesaria. Ganó la mención especial del jurado en el Festival de Berlín. Ganó premios en los cinco continentes. La compró desde la TV coreana hasta el Sundance Channel. Pero repito, lo más importante es que Sundenly Last Winter le dio voz a una parte de la sociedad italiana que el gobierno no reconoce ni como seres humanos dignos de existir.
¿Tenés proyectos de filmar en Argentina?
No. Creo que los directores ni saben que esta actriz italiana es argentina. Desde que volví a Buenos Aires me ocupé de mi familia. No llamé a toda la agenda de productores del INCAA ni les hablé bien de mí, obligándolos a ver mi filmografía. Reconozco en mí cierto pudor y cierra irresponsabilidad también. Mostrar mi trabajo no es mostrarme a mí, pero la línea es sutil. Una de las cosas que más deseo es filmar con directores argentinos, actuar en mí idioma natal con eshe o con elle, con ese final o sin. El cine está hecho de encuentros, no es sólo una industria. Tienen que encontrarme ya que, sin duda, yo mucho no me muestro.
http://www.escribiendocine.com/entrevistas/jacqueline-lustig-la-actriz-argentina-que-protagoniza-la-hora-de-la-religion
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